Precioso texto de Ángel García Galiano
Vestidas de blanco, sobre fondo blanco, mobiliario blanco, almas blancas de nariz roja y respingona, risueñas, abatidas, sorprendidas, extasiadas, ahiladas, como niñas, como viejas, como estrellas danzarinas, estas cuatro actrices ríen, lloran, saltan, tropiezan, dicen sus réplicas, trastabillan y flotan sobre un escenario tejido con, por, sobre la música de un violín en escena que va desgranando los repliegues íntimos de una farsa metafísica (entre teatro del absurdo y coros de una comedia griega pasados por el lenguaje del clown) en que se van hilvanando frases, arpegios, recuerdos, anhelos, intuiciones, chispazos de genio, monólogos lentos, silencios sincopados, todo ello regido por el leit-motiv del despertar, de la vida como sueño, con el mito de la caverna al fondo, sobre la gran pregunta de quiénes somos y adónde vamos en este ir deshaciéndonos que se llama la Vida y que muchos organizan como si fuera la “realidad”, “midiendo sombras”, para generar poder con apariencia de sentido hacia la muerte Futura.
Estas almas vírgenes y cándidas se niegan a seguir la consabida farsa, a que la vida se cumpla como está mandada, con su nariz roja de clown (haciendo metafísica alta y poesía suave) apelan al misterio, al vértigo de un amor, al roce de la piel y su caricia maternal o amante, a la mirada limpia sobre las cosas, al juego infatigable de la vida aconteciendo en este instante, con su música vibrátil o exaltada.
Vivimos, soñamos, acaso dormimos, ¿somos o no somos? Esa sigue siendo la cuestión. Cuando la llamada “vida” se resuelve en inercias mecánicas de mentes dormidas que piensan lo consabido, lo que está establecido que ha de ser, ¿vive verdaderamente o tal vez arrastra su inercia de sueño pensado (pensado por otro, por el Otro) hacia el Futuro predicho? Esta existencia de duermevela, de despertar a trancos gracias a obras como esta, gracias al arte o al amor que nos coloca en el puro presente del des-hacerse, removida y conmovida por el espectáculo, purificada la visión en una hora de atención y sonrisa, advierte entonces la gracia de la literatura, la magia del teatro y agradece como imprescindibles obras como esta, libres y felices, en medio de la impudicia mecánica que nos gobierna y entontece con sus consignas de miedo y seguridad. Frente a esa pornografía del poder se alzan estas cuatro mujeres libres y blancas que apelan al alma niña, al alma cándida y construyen su Nido en medio de una nube algodonosa de delirante humor y profunda ingravidez.
Las actrices (ciegas) juegan con sus cuerpos a componer un espacio vacío que se tensiona con las réplicas, los silencios y la voz del violín que danza aleve sobre la escena. Cuarto espectáculo, ya, del grupo Contando hormigas, Duermevela se ha estrenado, casi secretamente, al otro lado del Manzanares. Si pueden (durará apenas otra semana) crucen el río.
Ángel García Galiano
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