Impresiones inquietantes de Julio Castro


A la pregunta ¿son valientes las mujeres?, hecha por una actriz en escena, no hay que buscar muy lejos, porque la propia compañía teatral Contando Hormigas pone en práctica la respuesta a la retórica de una de sus actrices. Y afirmo que esto es teatro valiente y hecho principalmente con el esfuerzo de un grupo de mujeres. Seis escenas con cuatro actrices y un músico, bajo el título de Duermevela que, ya en una de las primeras escenas deja en evidencia la lucha y el trabajo en cadena por mantenerse alerta en la vida. Es ni más ni menos, lo que hace este pequeño colectivo teatral, compuesto por Mariu del Amo, Mamen Martín, Chon Mayoral, Pilar S. Ara y Werner Glaser, bajo la dirección de Ignacio Calvache.

La labor de esta compañía en la obra no se limita al contenido y su montaje, tiene que obedecer a otros “pequeños” condicionamientos, como es el hecho de que las actrices o bien son invidentes o tienen la visión muy reducida, así que sorprende la soltura con que se mueven a la vez por el escenario, incluso interactuando entre sí o con los pocos elementos de atrezzo que utilizan. Para obviar esta condición (que no me parece que sea lo fundamental en la obra), tan sólo añadir que me parecen muy interesantes los trucos o los métodos de localización y de ubicación que utilizan durante el espectáculo, de forma que se han integrado en la obra y, en algún caso, son motivo de la misma, pero tampoco recomiendo que el público esté pendiente sólo de esto, ya que se perdería el contenido y el desarrollo del trabajo escénico interpretativo.

Sin embargo, cuando digo que en ocasiones se integran los métodos de localización y de movimiento, me refiero a algunas partes interesantes, como por ejemplo, la cuestión de la música en escena (a la que da vida Werner Glaser), y que ya en la primera escena supone la guía de movimiento de las actrices, de manera que cuando desaparece la música que les da vida y motilidad, caen en un sueño, en un duermevela, del que unas deben sacarse a otras, en cadena, de forma consecutiva, para mantenerse despiertas “quien duerme, no despierta a nadie”, dice otra actriz, y lo demuestran así, en esta interesante metáfora para mantener alerta a las personas, frente a una sociedad cada vez más apática a la que nadie es capaz de despertar del letargo inducido: es el trabajo continuo en equipo el que logra vencer esa abulia.

Cada escena tiene su título, cada escena tiene su número y cada escena tiene su símil o su llamada a la vida. Pero sobre todo, es un trabajo muy corporal, con una puesta en escena muy llamativa, desde el vestuario hasta la iluminación, pero también en la estructura y en selección de textos, y en la soltura de sus propias conversaciones, o de sus propias correcciones en el escenario.

Casi cerrando el espectáculo, y bajo el epígrafe de algo así como “Diosas y esclavas”, las mujeres escenifican con la mayor sencillez, su condición de uno y otro concepto a la vista de su papel en la sociedad y de la visión desde el observador externo, sea de la condición o sexo que sea, porque si no se lucha por ello, la mujer pasa sin solución de continuidad de uno a otro papel. Entre algunas de las frases más chocantes y graciosas de la obra (y la citaré mal, pero aproximadamente) dicen en forma de noticias “Año 2030: los peces aprenden a hablar inglés. Año 2130: ninguna mujer maltratada”. Es el tono de la obra, que no se sale del ligero humor irónico bajo el aspecto etéreo del blanco con pequeños toques de gris, que no sólo está en los atuendos o en los elementos escénicos, sino que es reflejo del texto.

Descripciones en la manera más sencilla que he visto (coherencia-incoherencia-fuerza bruta), preguntas que trascienden la retórica para provocar el análisis ("¿tengo yo un lugar en el mundo?"), y la puesta en escena que reclama la atención del público en cada momento a cada protagonista, o al conjunto del equipo. Un gran trabajo y, si se quiere ver, un contenido inquietante, que es lo nos que hace falta en este mundo, para remover el café con la leche.

Julio Castro

Precioso texto de Ángel García Galiano


Vestidas de blanco, sobre fondo blanco, mobiliario blanco, almas blancas de nariz roja y respingona, risueñas, abatidas, sorprendidas, extasiadas, ahiladas, como niñas, como viejas, como estrellas danzarinas, estas cuatro actrices ríen, lloran, saltan, tropiezan, dicen sus réplicas, trastabillan y flotan sobre un escenario tejido con, por, sobre la música de un violín en escena que va desgranando los repliegues íntimos de una farsa metafísica (entre teatro del absurdo y coros de una comedia griega pasados por el lenguaje del clown) en que se van hilvanando frases, arpegios, recuerdos, anhelos, intuiciones, chispazos de genio, monólogos lentos, silencios sincopados, todo ello regido por el leit-motiv del despertar, de la vida como sueño, con el mito de la caverna al fondo, sobre la gran pregunta de quiénes somos y adónde vamos en este ir deshaciéndonos que se llama la Vida y que muchos organizan como si fuera la “realidad”, “midiendo sombras”, para generar poder con apariencia de sentido hacia la muerte Futura.

Estas almas vírgenes y cándidas se niegan a seguir la consabida farsa, a que la vida se cumpla como está mandada, con su nariz roja de clown (haciendo metafísica alta y poesía suave) apelan al misterio, al vértigo de un amor, al roce de la piel y su caricia maternal o amante, a la mirada limpia sobre las cosas, al juego infatigable de la vida aconteciendo en este instante, con su música vibrátil o exaltada.

Vivimos, soñamos, acaso dormimos, ¿somos o no somos? Esa sigue siendo la cuestión. Cuando la llamada “vida” se resuelve en inercias mecánicas de mentes dormidas que piensan lo consabido, lo que está establecido que ha de ser, ¿vive verdaderamente o tal vez arrastra su inercia de sueño pensado (pensado por otro, por el Otro) hacia el Futuro predicho? Esta existencia de duermevela, de despertar a trancos gracias a obras como esta, gracias al arte o al amor que nos coloca en el puro presente del des-hacerse, removida y conmovida por el espectáculo, purificada la visión en una hora de atención y sonrisa, advierte entonces la gracia de la literatura, la magia del teatro y agradece como imprescindibles obras como esta, libres y felices, en medio de la impudicia mecánica que nos gobierna y entontece con sus consignas de miedo y seguridad. Frente a esa pornografía del poder se alzan estas cuatro mujeres libres y blancas que apelan al alma niña, al alma cándida y construyen su Nido en medio de una nube algodonosa de delirante humor y profunda ingravidez.

Las actrices (ciegas) juegan con sus cuerpos a componer un espacio vacío que se tensiona con las réplicas, los silencios y la voz del violín que danza aleve sobre la escena. Cuarto espectáculo, ya, del grupo Contando hormigas, Duermevela se ha estrenado, casi secretamente, al otro lado del Manzanares. Si pueden (durará apenas otra semana) crucen el río.


Ángel García Galiano

¡Estrenamos Duermevela!


Por fin estrenamos el nuevo montaje. Será en la Sala Tarambana el día 19, es decir este martes a las 21,00. Os esperamos a todos. Conviene reservar, ya que el aforo es muy limitado.
Aquí podéis ver el cartel que nos ha hecho Tomi.